Un «impresionante» espacio rural junto al Duero, un palacio con torres cuando estaban prohibidas o una doble muralla para repeler las bombas, entre los hallazgos del historiador Florián Ferrero
En la tercera jornada del curso Arte en Zamora, el historiador Florián Ferrero caminó por las calles de la ciudad en pleno siglo XII. ¿Era una urbe muy distinta a la de ahora? «El problema es que tenemos maravillosos estudios de Fernández Duro de hace un siglo y hemos estado viviendo de ellos desde entonces, no se han revisado», responde. El ex director del Archivo Histórico Provincial cubrió ayer parte de ese vacío, aludiendo a fuentes diversas, para completar ese viaje en el tiempo.
Y tras el análisis, las conclusiones, las novedades. Entre ellas, la configuración de una ciudad con dos áreas diferenciadas. La aplicación de los estudios de un profesor de Poitiers (Francia) han llevado a Ferrero a la conclusión de que Zamora tenía, junto a la urbe amurallada, «una estructura lateral, unos suburbios poblados por personas sin derecho a defensa». Ocurre que aquí, hace casi un milenio, esa superficie rural fue particularmente prolífica. «Había un espacio rural sin defensa impresionante, espacios que hoy conocemos: la ermita de la Peña de Francia, Olivares, Las Eras, Gijón, La Vega, Olleros? Allí vivía una masa de población agrícola, incluso con población musulmana, desprovista de defensa alguna», explica.
Y en el célebre recinto amurallado, algunas novedades, visiones alternativas. Entre otras, gracias a la aportación de documentación no inédita, pero sí desconocida, guardada en un cajón. «En 1800 se forra la muralla en la Puerta de la Feria y se construye otro muro exterior», afirma. Es un periodo en el que el lienzo pétreo comienza a mostrar signos de deterioro y es fácilmente franqueable por la artillería. Esto en un contexto de confrontación, como la breve Guerra de las Naranjas que implicaba a España, Francia y Portugal, «se hace un muro paralelo con una superficie de arena, que permitía que las bombas pudieran rebotar», detalla el historiador zamorano.
Otra curiosidad más. En tiempo de los Reyes Católicos, «se prohíben los palacios torreados». Más que una medida simbólica, las torres permitían cierta supremacía en posibles conflictos territoriales, hecho que la Corona quería evitar. «Las torres permitían a la gente hacerse fuerte», apostilla Ferrero. Pero hubo un palacio que se saltó aquella prohibición. «El edificio de los Condes de Alba y Aliste presentaba cuatro torres, no porque las construyera, sino porque las heredó de un edificio precedente
Ese paseo por la Zamora de hace un milenio no tendría sentido sin una parada en algunas de las 73 iglesias que Ferrero ha contabilizado. «He podido identificar más de setenta templos y otros cinco dudosos, que pudieron existir o no», especula el ex director del Archivo. Junto a ellos, una ciudad con un sistema sanitario estructurado en una decena de centros hospitalarios.
Terminó Ferrero su conferencia «Estructura urbana de Zamora en el siglo XI» en la UNED haciendo referencia a los espacios del agua de aquel periodo: piélagos (estanques), espacios de agua donde los ciudadanos podían pescar o bulloneras, una especie de «estructuras que aprovechaban la riqueza del río para sentar las bases de otras construcciones como aceñas o molinos». Hoy conocemos perfectamente las aceñas, gracias a los edificios que han resistido el embate del tiempo y del agua. Algunas están en pie y otras, en ruina. Pero lo más interesante es la catalogación que Ferrero hace de estos espacios: una decena en aquellos tiempos.
La charla de Florián Ferrero completó la segunda jornada, iniciada por la profesora de la Universidad de Compostela Ana Suárez González, que pronunció la conferencia «Entre escritos de monjes blancos». Las sesiones teóricas se cierran hoy con la intervención de Therese Martín y de Hortensia Larrén.
Fuente: La Opinión de Zamora