Toro conmemora el 300 aniversario del inicio de las obras de construcción de uno de sus emblemas, el Arco del Reloj, con un concierto y una iluminación especial
Sobre la antigua Puerta del Mercado se yergue el Arco del Reloj, uno de los monumentos más emblemáticos de la ciudad, al que los toresanos rendirán mañana un homenaje para conmemorar el 300 aniversario de su construcción. Para celebrar la efeméride, el Ayuntamiento había programado visitas al monumento que, finalmente, han tenido que ser aplazadas hasta el otoño, «por motivos de seguridad», aunque se mantienen otros actos como un concierto o la iluminación de la torre. El concierto será ofrecido mañana por el grupo «Distrito Pop» que, a partir de las 22.15 horas, repasará algunas de las canciones más conocidas del pop rock español y, a las 23.30 horas, será inaugurada la iluminación especial del edificio para celebrar 300 años de convivencia con los toresanos.
Sin duda, el Arco del Reloj, es uno de los emblemas de Toro y uno de los monumentos más reconocidos fuera de sus fronteras, quizá por la extendida leyenda que relata como en la argamasa utilizada para su construcción se empleó vino en lugar de agua, porque hace tres siglos era más abundante y porque abarataba costes, ya que resultaba más económico usar el tinto que se acumulaba en muchas bodegas que trasladar el agua desde el Duero. Aunque el incendio del archivo municipal en 1761 privó a la ciudad de poder consultar los documentos alusivos a los antecedentes históricos del Arco del Reloj, los trabajos de construcción se iniciaron en 1719, durante el reinado de Felipe V y se ejecutaron sobre la antigua Puerta del Mercado, que cercaba el primer recinto amurallado de Toro.
Tampoco se conoce con exactitud cuándo acabaron las obras ya que, aunque algunas fuentes señalan que finalizaron 19 años después, otras aluden a una inscripción que se conserva en el monumento que refleja la fecha de 1733, con la que se relaciona la conclusión del proyecto. Diversos documentos atribuyen el diseño de la esbelta torre a Joaquín de Churriguera, tanto por el aire salmantino de la obra como por el hecho de que la fecha de inicio de las obras coincide con las de renovación del bastial y de la torre de la iglesia de San Ildefonso de Zamora que dirigió el reconocido arquitecto. De planta cuadrada y estilo barroco, la Torre del Reloj consta de cuatro cuerpos y fue construida con el objetivo de albergar en su interior un reloj municipal. Sobre un arco de paso en forma de túnel se alza un cuerpo con forma de balcón que cumplió la función de capilla y que, en otros tiempos, custodió una imagen de la Virgen de las Nieves que, posteriormente fue sustituida por una talla del Sagrado Corazón de Jesús. Dos cuerpos más rematan la torre, uno de ellos ochavado y rematado por una cúpula y la linterna, en la que se aloja la sonora campaña que repica en consonancia con el reloj que, desde hace tres siglos, marca el ritmo de la vida de la ciudad.
En plena era de la tecnología, el Arco del Reloj ha perdido parte de la función para la que fue concebido en sus orígenes y a la que se asocian algunas tradiciones muy extendidas en la ciudad y ligadas al repique de su campana.Y es que, en épocas pasadas los diferentes ritmos que emanaban de su campana alertaban de la existencia de un incendio o de una alegría colectiva, mientras que el toque vibrante hacía honor al dicho popular, «Reloj y campana: fiesta zamorana». Diversos documentos también aluden a las 53 notas de la grave serenata conocida en Toro como «La Queda» que «suena siempre a la hora tradicional».
Tres siglos después, el insigne monumento sigue marcando las horas y el ritmo de vida de la ciudad y de sus habitantes que, cada día, alzan la mirada al reloj de la torre para reencontrarse con la tradición. Aunque durante la celebración del 300 aniversario no se podrá visitar el Arco del Reloj, abrir sus puertas al turismo sigue siendo una asignatura pendiente y, sin duda, este proyecto permitiría mostrar a los viajeros una impresionante vista de la ciudad que no olvidarán.
Fuente: La Opinión de Zamora