Tierra del Vino
Otro caso de comarca vitivinícola repartida entre Zamora y Salamanca está en la Denominación de Origen Tierra del Vino de Zamora, que abraza el Duero a su paso por la provincia y cuyo territorio se ve atravesado, de Sur a Norte, por la Vía de la Plata o, lo que es lo mismo, por el Camino de Santiago del Sur. Esta ruta jacobea incluye a muchos de los municipios de la comarca, como Cubo de Tierra del Vino, Villanueva de Campeán, Entrala o la propia ciudad de Zamora, llamada Ocellum Durii por los romanos. Comprende 1.800 kilómetros cuadrados, distribuidos entre 46 municipios zamoranos y 10 salmantinos. La imagen de una comarca vitivinícola está soldada al paisaje que la rodea, al entorno en el que se desarrolla el ciclo vegetativo de sus vides y al solar histórico donde conviven hombres y mujeres herederos de una cultura propia. La DO Tierra del Vino de Zamora se cimienta en estos tres pilares, sobre los que conviven bodegas y viticultores al lado de la sobriedad del románico y el sello de la ruta jacobea. El paso de peregrinos con mochila y vieira se funde con la labor de los viticultores, que los saludan en cualquier época del año desde las viñas o desde la puerta de sus bodegas. La ciudad de Zamora está incluida en el ámbito geográfico de la Denominación de Origen Tierra del Vino.
La DO Tierra del Vino de Zamora ha realizado una profunda transformación tecnológica de sus bodegas. Todas son de nueva construcción, a pesar de que algunas de ellas hunden sus raíces en varias generaciones. Los viticultores han apostado fuerte, con prácticas culturales dentro de una viticultura responsable y profesional encaminada a la obtención de vinos de calidad. Son los tintos ‘puente’ entre la zona de Toro y las comarcas atlánticas. Logrado este paso decisivo para el futuro de sus vinos, la DO entra de lleno en el fenómeno cultural del enoturismo, parcela fuertemente respaldada por ese doble sello del románico y el Camino de Santiago. Los suelos de esta denominación vuelven a estar marcados por su carácter aluvial, una constante en la meseta del Duero, con un predominio de arcillas. Es una zona con escasa pluviometría, que se concentra en otoño, y un amplio periodo de heladas, contrastes que inciden en el ciclo vegetativo de la viña. La variedad principal es la uva tempranillo, aunque la garnacha y la cabernet-sauvignon, autorizadas, están muy presentes en los viñedos. En cuanto a las blancas, destacan los cepajes principales de malvasía y verdejo, así como la moscatel, muy cotizada para vinos dulces. Las castas autorizadas son la albillo, palomino y godello. El reglamento de la DO establece que el vino blanco incluya un mínimo del 60% de las variedades principales; el rosado se elabora con un mínimo del 60% de tempranillo, y el ‘clarete’, se obtiene con un mínimo del 30% de tempranillo y un máximo del 40% de castas autorizadas. Respecto al tinto, debe incluir al menos el 75% de tempranillo. Los crianzas deben permanecer en barrica un mínimo de seis meses, los reservas, doce y los gran reserva, 18.